domingo, 26 de marzo de 2017

ESTRO.






            Te busco en la lluvia y en el sol.
            En palabras ajenas y poesías de decepción.
             Ni la alegría ni la tristeza me liberan de la desazón.
            ¿Dónde estás inspiración? ¿Dónde te escondes?
            Si marchas…
             ¿Qué haré yo con mis palabras?
            ¿Qué haré yo con mi pasión?
            ¿Dejarlas en la biblioteca de mis pensamientos
            hasta su cercana desaparición?
            Me niego a perderte, eres mi liberación.
            y aunque a veces te sienta ausente
            sé que siempre estarás
            en alguna anónima parte de mi mente. 




Bueeeenaas a todos aquellos que se aburran tanto como para leer mi blog! Me dirijo a vosotros en primer lugar para daros las gracias por todos los mensaje recibidos en relación con el post anterior, ha sido increible el recibimiento de mi historia y la toma de conciencia de esta situación.

Por otro lado comentar que estos días no me siento muy inspirada, no se si es por los exámenes o que echo de menos mi ciudad, mi casa, mi gente...y de esta no-inspiración ha surgido un rayito de luz que ha dado lugar a este poema. Espero que  os guste y ya sabeis, cualquier sugerencia de temática o comentario es bienvenido.
                                                                         Un beso grande y... ¡Hasta el próximo post!

                                  

jueves, 2 de marzo de 2017


“Tenía 14 años cuando sucedió aquel pequeño pero enormemente simbólico hecho, que hizo que mi pequeño universo girara en torno a un oscuro centro. Un centro que tiene una gravedad diferente a los demás, al principio ni te enteras de que está actuando y para cuando quieres darte cuenta ya estas girando como un pequeño satélite a su alrededor. Cuando abres los ojos e  intentas salir, te das cuenta de que esa fuerza te ha agarrado fuerte y no te va a dejar escapar. Pero os contaré un secreto. Se puede, es difícil, duro, pero con el deseo de salir, fuerza de voluntad, el apoyo de tus familiares, amigos, algún especialista… lo consigues.

                Os contaré que sucedió. Yo era una niña feliz, disfrutaba jugando con mis amigas, me encantaba leer, disfrutar el momento… siempre supe que era un poco “de huesos anchos”, vamos, que estaba rellenita. Pero en la vida me plantee el hecho de adelgazar, yo me veía guapa y perfecta dentro de las pequeñas imperfecciones que tiene todo el mundo. Pero aquel día en la clase de gimnasia todo cambió.

                En aquella época  a principio de curso se medía la grasa y la masa corporal. Recuerdo como todos estábamos esperando a entrar en esa pequeña sala donde estaba la báscula y el metro, la gente salía diciendo su peso y su altura en alto y se comparaban.  Llegó mi turno y recuerdo que antes de subirme a la báscula le pedí por favor al profesor que no dijera en alto ni mi altura ni mi peso, pero dos segundos después de su boca salió la información que a nadie le concernía.

                La siguiente clase de gimnasia fue en una sala de conferencias, sillas naranjas ordenadas mirando a la tarima donde se hallaba el profesor. Ese día teníamos que subirnos allí con una calculadora y delante de nuestros compañeros, íbamos sumando las cifras que el profesor nos decía, para calcular nuestro porcentaje exacto  y finalmente descubrir si estábamos “sanos” o no.  Antes de encontrarme en la situación que desencadenó todo, el profesor explico los parámetros de salud en los cuales debíamos movernos, recuerdo que recalcó que a partir de 25% de grasa corporal era obesidad, si, dijo obesidad grado uno concretamente, lo cual hizo que apareciera un nudo en mi garganta que no se me quitaría hasta llegar a casa. Compañero tras compañero fueron diciendo  sus porcentajes orgullosos y llegó mi turno… miré al profesor con rabia, por ponerme en esa situación tras haberle pedido anteriormente que no quería decirlo en alto, pero lo tuve que decir. En ese momento sentí como muchos se giraron y me miraron, otros cuchicheaban y todo esto, bajo la mirada del profesor al cual solo le faltaba sonreír y decirme, gorda (o así lo percibí en ese momento)

                Las lágrimas brotaban de mis ojos, y a pesar de que mis amigas me dijeran que el profesor no tenía ni idea, no paraba de repetirme en la cabeza “estoy gorda”. Al llegar a casa mis padres me preguntaron que me pasaba y les conté como de humillada me sentí aquel día en clase de gimnasia, no dudaron en ponerse en contacto con el director para que solucionara el suceso, pero ya era tarde. En mi cabeza se repetía una y otra vez, como me miraron los compañeros, como el profesor no hizo nada, como me di cuenta de que “estaba gorda”. A los días me crucé de nuevo con el profesor, me paró en el pasillo  y como quien dice hola me pidió perdón, no lo sentía, lo sé. Él seguiría su vida tan tranquilo sin darse cuenta de que  la mía se derrumbaba y caía en un pozo del cual me costaría años salir.



                Me propuse adelgazar. Dejar de comer chucherías, chocolate y llevar una dieta sana, hacer deporte. Todo era muy bonito y duro a la vez, y lo conseguí, adelgacé. Pero no era suficiente, por más que los números bajaran, frente al espejo seguía aquella  fea niña en chándal con más de 25% de grasa corporal.

Pan, bebidas azucaradas… lloraba noche tras noche. “Mama no tengo hambre” “me encuentro mal”  hasta finalmente, no comer. Perdí mucho más que kilos, la confianza en mí misma, la alegría que me caracterizaba e incluso a veces las ganas de vivir, porque mi pequeño universo solo giraba en torno a mi figura. Estaba todo el día cansada, pero seguía saliendo a correr, a patinar, andar en bicicleta… no podía permitirme volver a engordar, en aquel entonces ese era mi mayor temor además de que alguien me descubriera.  Adelgacé diez kilos en nueve meses y lo sé porque me pesaba tres veces al día, al levantarme, después de comer, después de cenar y me miraba al espejo viendo que aun nada había cambiado, ¿Qué más podía hacer?

Era mi pequeño secreto, nadie lo sabía. Ni mis amigas, ni mis padres, estábamos solo mis kilos y yo. ¿A quién se lo iba a decir? No conocía a nadie más que le sucediera lo que me estaba sucediendo a mí, pensé que me llamarían loca y que mis padres me encerrarían en algún lado si se enteraban. Pasaron los días y las noches, en las cuales recuerdo que muchas no podía dormir por hambre, o porque no paraba de llorar.

                Esta situación no solo afectó a mi salud física, psicológicamente estaba destrozada. Conforme pasaban los meses era más difícil disimular lo que sucedía en mi interior y exterior, nunca era suficiente, siempre había que hacer algo más para intentar sentirme bien conmigo misma.

¡BASTA!

                Julio del 2012. Después de 3 horas y  haber inundado mi almohada en lágrimas una vez más, decidí levantarme de la cama. Caminé descalza hasta el baño, me miré al espejo y esta vez decidí fijarme en las partes de mí que me hacían bella fisicamente “No está mal mi sonrisa” “Tengo el pelo largo y sano”… y me repetí mil veces “Eres bella”. Tenía claro que no quería seguir así, sabía que lo que estaba haciendo era malo para mi salud y que cada vez la mentira se hacía más grande.

                Cada día me levantaba por la mañana, me decía observando el reflejo todas las cosas buenas que tenía y planteaba mi propósito del día, este solía ser comer tres veces al día y todo lo que se ponía en el plato. Puede sonar gracioso, incluso estúpido pero para mi persona hacer esto era el peor momento del día. Era el oler la comida y que en mí se despertaran dos sensaciones; asco y deseo, y era yo  quien tenía que forzar la balanza para conseguirlo.

                La primera semana fue muy dura, sobre todo por la lucha interna que tenía y porque esta se proyectaba en el exterior con mi actitud. Al final es como una droga, te enganchas no solo físicamente si no mentalmente y las primeras semanas son las peores pero a la vez las más cruciales.



                Y poco a poco fui saliendo del profundo pozo en el cual caí. Cada día era más fácil cumplir mi propósito, hasta que un día me di cuenta de que lo había conseguido.  Puede que os preguntéis “¿Conseguir el qué?, ¿Engordar?” No,  conseguir sentirme bien conmigo misma. Ver que mi figura es perfecta sea como sea, que como todo el mundo hay cosas que me gustarán más o menos pero que forman parte de mí y hacen que sea diferente.

                Lo habréis oído una y mil veces, y puede que no os lo creáis. Pero os prometo que lo más importante de una persona, es su personalidad. Como ve el mundo, como decide actuar, su inconformismo, su alegría, su tranquilidad o su locura, sus sueños, su ilusión, aficiones, planes de futuro, fracasos, logros, gusto por la comida japonesa o quien sabe igual prefiere americana o tailandesa… Esto es lo que fuiste, lo que eres y lo que quieras llegar a ser y esto es lo que enamora, lo que logra y decepciona.

                ¿Y sabéis lo peor? Lo que realmente me puso triste e incluso decepcionada… Que cuando decidí vivir la vida de otra manera y ser feliz, me di cuenta de que mí alrededor estaba enfermo como yo lo estuve. Y que hay muchos jóvenes y no tan jóvenes que están cayendo en ese pozo casi sin remedio, casi sin remedio porque es muy difícil escapar de una sociedad que te intoxica a base de anuncios, modas y críticas… promocionando el enfermo nuevo canon de belleza. Por eso he decidido escribir mi historia para que no os engañen, no hay ningún canon de belleza, todo somos diferentes y bellos como somos, tanto por dentro como por fuera.

Acéptate a ti mismo, quiérete, todos somos diferentes y perfectos a la vez. “
P.D:. Muchas gracias.