jueves, 20 de junio de 2019

La colección II


Llega un momento en la vida en el cual te das cuenta de cuánto has cambiado y cuan diferente está tú alrededor. Te vas a estudiar a otra ciudad y cuando vuelves tus amigos son diferentes, ¿más “maduros”? No lo sé, pero ya no quedas para sentarte a las seis de la tarde en un parque con unas pipas y hablar de partidos de fútbol, música, estudios, fiesta… Ahora la conversación está llena de dudas de un futuro profesional incierto, de parejas estables y temas legales y políticos de los cuales no tengo mucho conocimiento, de sueldos injustos y de cómo debemos o no comportarnos. 

Siempre me había costado definir mis relaciones interpersonales y desde que mi novio y amigo de toda la vida me había dejado, no sabía cómo redefinir su posición en mi vida. Me puse a pensar en el resto de personas que me rodean y me di cuenta de que tampoco sabía situar en el mapa de mi mente, a esos amigos con los que quedaba todas las semanas y ahora veo de tanto en cuanto, a mis amigos del instituto, amigas con las que discutí y no volvimos a entablar conversación, a esas personas que tras la mudanza me clavaban puñales sin yo enterarme de que me estaba desangrando… Menos mal que David siempre acudía a mi llamada de socorro con una anécdota o historia, que me ayudaba a ver la luz a mis numerosas dudas e inquietudes. 

Seis y media de la tarde, parque de Yamaguchi, Pamplona, Navarra. David, puntual como un reloj, con su pelo alborotado, ojos pardos cansados, vaqueros, camiseta blanca bien planchada y como no, tabaco liado en un fino papel  color café apoyado en sus gruesos y secos labios, esperando a la impuntualidad personificada y un par de cafés con leche desnatada del tiempo, con azúcar moreno. Bajo su mirada atenta y difuminada momentáneamente por el humo, me escuchó hablar de cada una de las personas que me preocupaban y de mis dudas sobre su posición en mi vida, cuando nombre a la décima persona que no sabía situar, él ya se había acabado el segundo cigarrillo y el café, me agarró de la mano, cortó el monólogo de cincuenta minutos de evolución con su voz grave y profunda:
<< Lo tengo. Ya sé lo que está pasando, ahora escúchame tú a mí.
Todos tenemos una colección de jarrones en nuestra vida. Son de diferentes materiales, tamaños y colores. También pueden variar en número, puedes tener tres, doce, veinticinco, cien...
Un día estás observando un jarrón, sin querer tu dedo roza esa su superficie arcillosa y colorida, la estructura se desliza por la estantería, lentamente cae al suelo y finalmente se rompe en mil pedazos. ¡Ha sido sin querer! ¡No pretendía hacerte daño! Gritas desconsolada al jarrón intentando recoger cada una de las piezas.

Coges el pegamento que "todo lo soluciona" y tratas de unir todos los recuerdos con la esperanza de poder volver a colocar el jarrón intacto en la estantería.
Al terminar de pegar el jarrón, te das cuenta de que quedan cicatrices, casi intangibles pero que hacen que la estructura no sea la misma. Hay pequeñas piezas, minúsculas, imperceptibles por nuestros ojos que se quedan en el suelo y pisamos cada vez que pasamos. Son esas piezas que faltan, las que hacen que el jarrón no sea exactamente igual. 

Estos jarrones representan todas nuestras relaciones humanas; con nuestra pareja, nuestro padre, nuestra hermana... Hay veces que estas relaciones se rompen, pero esto no tiene porqué significar el fin. Habrá relaciones que no se podrán recuperar, puede que prefieras recoger las piezas y no recomponerlo, quizá  esas cicatrices hagan vuestra relación más fuerte o simplemente a partir de ahora veas esa figura con indiferencia.  

Decides fijarte en cada jarrón y te das cuenta de que ninguno es perfecto, uno tiene la pintura descascarillada, a otro le falta un asa o tiene un pequeño golpe… Somos personas, no somos iguales entre nosotros, tenemos diferentes formas de ver el mundo y cometemos errores, es parte de nuestra forma de vivir y progresar tanto nosotros como nuestras relaciones con los demás.
Y ahora bien, ¿Cómo es tu colección?>>

Diez minutos de silencio, rodeados de pasos, pájaros, respiraciones, algún que otro suspiro…Tenía mucho en lo que pensar, pero en esta segunda parte de la lección los dos sabíamos que nos teníamos que separar. Él no puede ordenar mi mundo por mí, bastante ya tiene con el suyo. Tras un largo y necesario abrazo, un par de chistes malos y la promesa de volvernos a ver esa misma semana nos separamos; David y su serenidad por un lado, mi cometido y yo por otro. 



Buenaaas a todos y todas aquellos/as que se aburran tanto como para leer mi blog!! Si... si... ya se... he pasado mucho tiempo sin publicar (ya sabeis que escribir escribo siempre, aunque no publique), entre la universidad que roba muchas horas de mi día, los scouts (que soy monitora) y actividades básicas (hacer la comida,comer, ducharme...) pues no me ha dado la vida. Dicho esto a modo disculpa, os publico aquí la relfexión titulada "La colección" que publiqué el 28 de Junio del año pasado versionada. Es una breve historia que espero que hayais disfrutado como yo escribiendola. 

                                                                                                     ¡Hasta el próximo post!