Llega un momento en la vida en el cual te das cuenta de
cuánto has cambiado y cuan diferente está tú alrededor. Te vas a estudiar a
otra ciudad y cuando vuelves tus amigos son diferentes, ¿más “maduros”? No lo
sé, pero ya no quedas para sentarte a las seis de la tarde en un parque con
unas pipas y hablar de partidos de fútbol, música, estudios, fiesta… Ahora la
conversación está llena de dudas de un futuro profesional incierto, de parejas
estables y temas legales y políticos de los cuales no tengo mucho conocimiento,
de sueldos injustos y de cómo debemos o no comportarnos.
Siempre me había costado definir mis relaciones
interpersonales y desde que mi novio y amigo de toda la vida me había dejado,
no sabía cómo redefinir su posición en mi vida. Me puse a pensar en el resto de
personas que me rodean y me di cuenta de que tampoco sabía situar en el mapa de
mi mente, a esos amigos con los que quedaba todas las semanas y ahora veo de
tanto en cuanto, a mis amigos del instituto, amigas con las que discutí y no
volvimos a entablar conversación, a esas personas que tras la mudanza me
clavaban puñales sin yo enterarme de que me estaba desangrando… Menos mal que
David siempre acudía a mi llamada de socorro con una anécdota o historia, que
me ayudaba a ver la luz a mis numerosas dudas e inquietudes.
Seis y media de la tarde, parque de Yamaguchi, Pamplona,
Navarra. David, puntual como un reloj, con su pelo alborotado, ojos pardos
cansados, vaqueros, camiseta blanca bien planchada y como no, tabaco liado en
un fino papel color café apoyado en sus
gruesos y secos labios, esperando a la impuntualidad personificada y un par de
cafés con leche desnatada del tiempo, con azúcar moreno. Bajo su mirada atenta
y difuminada momentáneamente por el humo, me escuchó hablar de cada una de las
personas que me preocupaban y de mis dudas sobre su posición en mi vida, cuando
nombre a la décima persona que no sabía situar, él ya se había acabado el
segundo cigarrillo y el café, me agarró de la mano, cortó el monólogo de
cincuenta minutos de evolución con su voz grave y profunda:
<< Lo tengo. Ya sé lo que está pasando, ahora
escúchame tú a mí.
Todos tenemos una colección de jarrones en nuestra vida. Son
de diferentes materiales, tamaños y colores. También pueden variar en número,
puedes tener tres, doce, veinticinco, cien...
Un día estás observando un jarrón, sin querer tu dedo
roza esa su superficie arcillosa y colorida, la estructura se desliza por la
estantería, lentamente cae al suelo y finalmente se rompe en mil pedazos. ¡Ha
sido sin querer! ¡No pretendía hacerte daño! Gritas desconsolada al jarrón
intentando recoger cada una de las piezas.
Coges el pegamento que "todo lo soluciona" y
tratas de unir todos los recuerdos con la esperanza de poder volver a colocar
el jarrón intacto en la estantería.
Al terminar de pegar el jarrón, te das cuenta de que
quedan cicatrices, casi intangibles pero que hacen que la estructura no sea la
misma. Hay pequeñas piezas, minúsculas, imperceptibles por nuestros ojos que se
quedan en el suelo y pisamos cada vez que pasamos. Son esas piezas que faltan,
las que hacen que el jarrón no sea exactamente igual.
Estos jarrones representan todas nuestras relaciones
humanas; con nuestra pareja, nuestro padre, nuestra hermana... Hay veces que
estas relaciones se rompen, pero esto no tiene porqué significar el fin. Habrá
relaciones que no se podrán recuperar, puede que prefieras recoger las piezas y
no recomponerlo, quizá esas cicatrices
hagan vuestra relación más fuerte o simplemente a partir de ahora veas esa
figura con indiferencia.
Decides fijarte en cada jarrón y te das cuenta de que
ninguno es perfecto, uno tiene la pintura descascarillada, a otro le falta un
asa o tiene un pequeño golpe… Somos personas, no somos iguales entre nosotros,
tenemos diferentes formas de ver el mundo y cometemos errores, es parte de
nuestra forma de vivir y progresar tanto nosotros como nuestras relaciones con
los demás.
Y ahora bien, ¿Cómo es tu colección?>>
Diez minutos de silencio, rodeados de pasos, pájaros,
respiraciones, algún que otro suspiro…Tenía mucho en lo que pensar, pero en
esta segunda parte de la lección los dos sabíamos que nos teníamos que separar.
Él no puede ordenar mi mundo por mí, bastante ya tiene con el suyo. Tras un
largo y necesario abrazo, un par de chistes malos y la promesa de volvernos a
ver esa misma semana nos separamos; David y su serenidad por un lado, mi
cometido y yo por otro.
Buenaaas a todos y todas aquellos/as que se aburran tanto como para leer mi blog!! Si... si... ya se... he pasado mucho tiempo sin publicar (ya sabeis que escribir escribo siempre, aunque no publique), entre la universidad que roba muchas horas de mi día, los scouts (que soy monitora) y actividades básicas (hacer la comida,comer, ducharme...) pues no me ha dado la vida. Dicho esto a modo disculpa, os publico aquí la relfexión titulada "La colección" que publiqué el 28 de Junio del año pasado versionada. Es una breve historia que espero que hayais disfrutado como yo escribiendola.
¡Hasta el próximo post!
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